ser opaca y macabra,
pero esta mi alma
descubrió tu aureola.
Tu dolor en secreto
te consumía ingrato,
y yo sin saberlo
llegué compartiendo
felicidad y consejo.
Me oigo decirte una
y otra vez: te amo
Y es tan sincero al
principio como ahora
lo es tan seguro.
Las tinieblas se apagan
en la bienvenida de
tan exquisito esplendor.
Meylen Hirasú G. M.
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