jueves, 27 de octubre de 2016

Amigo Que Se Ama

Se volvió absurda la comedia,
la simpleza de una carcajada
La distancia que burlaban
es ahora dolor y verdad.

Los años son y fueron
cómplices de nuestros versos
Las horas, testigos dignos
de las rimas que confesaron.

Y eres gran amor, gran sigilo
Eres el poeta que a la poetisa
le enseñó a amar con precaución.

Eres el amigo que se ama
con gran cautela para
seguir dando vida
y no llegar a lastimar.

El soneto me falló
La inspiración de tu amor,
uno que creo aún vivo,
hizo de este poema
una estrofa y dos versos de más.

Eres defensor, protector
de un alma tan sensible
y entregada a Dios, yo.
Meylen Hirasú G. M. 

viernes, 14 de octubre de 2016

Un Nobel a la fusión de mi esencia: Música y Poesía

¡Y la luz entre las tinieblas de esta época tan gris por ajena a la sensibilidad de los poetas, logra imponerse!
Esta poetisa, que desde pequeña amó lo bello de las palabras, lo cursi, lo intenso, aprendió a amar la música al fusionarse en la guitarra. Y fue lo Supremo que le permitió amar en especial un género.
Que la Academia Sueca, la que las sociedades suelen juzgar en cada entrega, además de ignorancia, por soberbia, esta vez actuó sorprendentemente al elegir un poeta (lagrimas) que decidió exponer su poesía vestida de melodía. ¡Y no cualquier melodía! No exactamente para que el mundo lo alabara, sino para que las almas que necesitaban de esa dosis que muchos creen adicción, las curara.
Queridos lectores, perdonen si escribo tan subjetiva, el poeta al estar tan sensible eso hace, y con este maravilloso premio otorgado a un ídolo para esta poetisa, mucho más.
Es la primera vez que un premio tan grande como éste me cautiva hasta las lágrimas. ¡Hay esperanza! (Risa)


sábado, 8 de octubre de 2016

Mi hombro frío


¡Oh amado amigo!

Mi hombro está frío

Ha esperado que tus mejillas

le den calor.


Te he dado mi mano,

mi perspectiva

y mi plano.


No pude cambiar

el infierno

Pero te ofrecí

un verano sincero.

martes, 4 de octubre de 2016

Diamante en Bruto


La boca callada; sus manos siempre predicaban por ella. Sus ojos perdidos en un solo entonado por prosas y versos. Su época era absurda. Su tiempo, ¡bendito! Dios concedía que escapara de tan infructuosa moda en eso que a ella le parecía un oficio correcto, prudente y escaso. Su nombre, Fancy.

- ¿Qué escribes ahora, Cautiva de sueños?

  -Para ti es nada, para mí son vitaminas mis versos

- ¡Déjate de rimas y anda a ayudar a la cocina!

Resignada, ella bajó; su tinta y hoja en el escritorio abandonaba.

-Buen día, Fancy. Lava esos trastes. Ponte los guantes para no dañar tus manos parlantes.

Su mente lejos estaba de lo que su cuerpo ahora actuaba. Sus manos en espuma escribían los versos que su ingenio pensaba. Era siempre alegre cuando no le impedían plasmar en desnudos lienzos sus repentinos versos.

-Ya están todos limpios. Si más no requieren de este mi tiempo, voy a mi esquina a seguir escribiendo.

Y así era siempre. Abría los ojos y luego de charlar hacia el cielo escribía, escribía y bajaba a lavar los platos, cazuelas y vasos. Sabía el minuto en que abajo, con jabonadura, ya sus manos deberían estar fregando, pero ese día su inspiración con el frío, fluía más y el tiempo no tuvo espacio en su memoria.

La boca cerrada, su mano danzante a lo ancho del espacio vacío. ¿Qué escribía? Era un secreto entre su alma, su fe y su ingenio. Era cautiva de dos mundos, en uno la ataba su libertad y en otro su necesidad.

- ¡Hora de almorzar! Pero mujer, no bebiste tu té

-Es cierto. Déjalo, por favor. En tres estrofas más me lo bebo

- ¡Pero ya está frío!

- No importa. El té esperó a que me decidiera a sorberlo. No es la misma su euforia recién enamorado que la de ahora, después de haber atendido a las letras, ya se ha enfriado

- ¡Ay, mujer! Tú y tus argumentos tan complicados. En fin. Te dejo tu almuerzo en la mesita. No se te olvide, muchacha.

Fancy se quedó estática por unos segundos después de que la puerta se cerrara.

Joven aún. Entregada a su fe y a las letras. Su vida había avanzado en, como el mundo se lo había dicho, líneas de fantasía y sueños de guajiros. ¿En qué momento se le había ocurrido que podía vivir de lo que tanto ama? Era una ilusión egoísta. Muchos lo repitieron tantas veces cuando fascinada iba a cátedras de literatura. Y aún así, a sus treintaicinco años, Fancy se sentía agradecida por la dicha de vivir sus días en un local que servía como cocina. Ahí comía, se aseaba, escribía cuanto quería, interactuaba con el mundo y, todavía, le regalaban una mesada por el apoyo de lavar los utensilios usados.

-Se llevó mi inspiración. ¡Qué imprudencia! -, exclamó en susurro para sí, después de pensar cómo continuaría las tres estrofas. 

Releyó su oda pero no regresó su intención.

-Bien. Descansemos un momento-. Resignada se levantó del suelo. Se sentó a la mesita y bebió su té.

- ¡Moría de sed! -, se confesó al tiempo que levantó la tapa del plato. Eran ejotes con huevo y pollo asado.

Degustó de su plato sin desviar la atención de aquella hoja a sus pies.

Para el resto, era absurdo vivir tan entregada a una pasión. Las mujeres que la hospedaron en su local desde hacía tres años, la creían demente.

-Pobre muchacha, no tuvimos corazón de dejarla en la calle. No es mala. Tuvimos miedo al principio, pero es tan indefensa. Solo escribe y reza. ¡Adivinar qué haya sufrido! -, explicaba doña Rocío a sus comensales y familiares.

Fue doña Rocío la que convenció a sus hermanas de ver por la muchacha que se encontró afuera de la catedral y que le pedía limosna para comprar una tostada, pues tenía dos días sin comer.

-Estás loca, tú. Vaya estar enferma de algún virus y ni sabemos. Además, qué es esa libreta que trae. Vaya a ser alguna chismosa que busque meternos en líos

- ¡Por Dios, Angélica! ¿En qué líos podría meternos? Ni que fuéramos contrabandistas o narcotraficantes. Hablas como si hicieras cosas que no debes

-A lo mejor la manda la güera para sacar nuestras recetas. No es normal, Rocío. Está raro

-Angélica, ¡por favor! A la muchacha me la encontré en el centro. No fue en la esquina. Hay que actuar por misericordia.

Fue el último diálogo que tuvieron Rocío y Angélica acerca de Fancy.

Al terminar su almuerzo, Fancy bajó a la cocina. Se dispuso a lavar más vasos, platos y cubiertos que ya habían sido útiles a los comensales.

Su cabeza seguía foránea en su acto. Buscaba palabras, ya encontradas ahora les examinaba sinónimos.

- ¡No! Suena muy antiguado-, pensaba.



Los años pasaron. Fancy había envejecido. Sus piernas inútiles se habían hecho. Delgada y jocosa, seguía sirviendo. Sus letras construyeron libros. Su vida, admiración. Y así vive Fancy, esperando a ser descubierta para adquirir valor en el mundo. Mujer tan señera, tan olvidada.

Ausencia

  Mis palabras se mudaron o tomaron, quizás, vacaciones Las notas de todas las canciones sin razón ni excusa desafinaron. Mi voz y respiraci...