Esta poetisa, que desde pequeña amó lo bello de las palabras, lo cursi, lo intenso, aprendió a amar la música al fusionarse en la guitarra. Y fue lo Supremo que le permitió amar en especial un género.
Que la Academia Sueca, la que las sociedades suelen juzgar en cada entrega, además de ignorancia, por soberbia, esta vez actuó sorprendentemente al elegir un poeta (lagrimas) que decidió exponer su poesía vestida de melodía. ¡Y no cualquier melodía! No exactamente para que el mundo lo alabara, sino para que las almas que necesitaban de esa dosis que muchos creen adicción, las curara.
Queridos lectores, perdonen si escribo tan subjetiva, el poeta al estar tan sensible eso hace, y con este maravilloso premio otorgado a un ídolo para esta poetisa, mucho más.
Es la primera vez que un premio tan grande como éste me cautiva hasta las lágrimas. ¡Hay esperanza! (Risa)
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