miércoles, 30 de septiembre de 2015

Reseña de The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore

Todas las desgracias que deja un huracán son lamentables. Lo mismo podría decirse, en algunos casos, sobre la vejez. El cortometraje The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore, dirigido por  William Joyce y Bandon Oldenburg, hacen reflexión sobre éstos.

El cortometraje dura quince minutos, es una animación de 2011 que ilustra cómo va desapareciendo todo al paso del huracán Catrina y lo vuelve gris.

Un escritor que se disponía a crear una  nueva historia antes del huracán, se consterna al presenciar lo que pasa tras el huracán, cuando ve en el cielo a una mujer, que aún tiene color y vuela gracias a un racimo de libros. Recibe de ésta un libro colorido, el cual lo dirige a una biblioteca.

Con su llegada a la biblioteca, recupera el color y los libros lo reciben entusiasmados. él se hace cargo de ellos; los lee, regala a los que están maltratados, vive ahí con ellos.

El escritor regala libros a los sobrevivientes de afuera, y cada que uno de ellos recibe un libro, también recupera su color. Los libros piden ser leídos.

El escritor envejece en la biblioteca, -se vuelve vuelve leyenda-, al cargo de todos los libros. Llega el momento en que tiene que partir y, alguno de los libros son los que lo transportan por el aire -como la mujer que le había obsequiado el libro-. Los libros que se quedan, se entristecen pero, entonces, llega un nuevo visitante: una niña.

La historia deja mucho que reflexionar, sobre los libros, sobre el ciclo de la vida, entre otras cosas.

La música, a cargo de John Hunter, te ayuda a empatizar con cada escena, está bien utilizada cada melodía.

Muy bien merecido el Óscar 2012, pues no quedó escaso de la calidad que tienen otros ganadores como Adam and Dog, de Minkyu Lee, Fresh Guacamole, por PES o Head Over Heels, por Timothy Reckart y Fodhla Cronin O´Reilly.
Meylen Hirasú G. M.

Ausencia

  Mis palabras se mudaron o tomaron, quizás, vacaciones Las notas de todas las canciones sin razón ni excusa desafinaron. Mi voz y respiraci...