El sol los guía
y su madre
los cuida.
Ellos juegan,
corren, en
bici andan.
Gritos de
euforia
Sus risas
me alegran.
Ellos viven,
saltan y
se ríen.
Hay luz en
su mirada
que nos
calman
el alma.
Y en ellos
Dios, nos
enseña
la dicha
de vivir.
Infantes
amados,
que su
alma
nunca
envejezca.
Infantes
amados,
que su
alma
nunca
envejezca.
Meylen Hirasú G. M.
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