El Premio Nobel de Literatura 2015, fue para la
escritora y periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich, por su Obra Polifónica, un monumento al
sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo. Es la primera vez que la
Academia Sueca reconoce al reportaje periodístico, y ha sido en esta singular autora. Además de tal obra
premiada, a Svetlana hay que leerle y reconocer, como lectores, su entrega a la
escritura; libros como Voces de Chernóbil y La
Guerra no tiene rostro de Mujer, son
una charla con la autora, que cuentan y muestran su esencia.
Ambas obras recopilan y muestran las voces de
individuos que participaron en la historia que se conocía desde el triunfo o la
derrota de un país “poderoso”. El título que recibe cada obra, es una guía para
asimilar lo que se debía conocer.
En La Guerra No Tiene Nombre de Mujer, se
escuchan a aquellas guerreras, triunfantes, vencidas; sacrificadas y algunas
recompensadas, de una época importante para su país, donde se les prohibió,
incluso, volver a recordar aquellos años.
Voces de
Chernóbil, es la antología de muchas historias, que respeta la voz del que la cuenta. Con el primer subtitulo de la obra, la autora nos contextualiza. Es una introducción que
sumerge al lector e incita a querer
conocer más. En esta obra, especialmente, se interactúa con la autora. En el
tercer subtema de la introducción, la autora platica su proceso, su interés en
esta obra exahusta. Con éstos, lo que provoca en el lector es el interés de
saber más.
Con los monólogos, subtítulos que indican el contenido,
comienza a escucharse la voz de aquellos que guardaban tanto en su interior. Se
oye la voz de una historia real, humana que te cuenta lo qué pasó.
La autora ha demostrado su espectacular estilo, reconocido ya
como un subgénero del periodismo y premiado con un Nobel. Simplemente, en sus
obras se encuentra el trabajo que ha hecho desde el problema y no desde el
escritorio, tal como Kapuscinski recalca en Los
cínicos no sirven para este oficio.
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